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1955.- Pandora y las marionetas

23/09/2017

Me duele España y una chispa de escepticismo me ayuda a sobrellevar el desencanto. Me duele como le dolía a Unamuno, a Ortega o a Quevedo, “con un dolor sordo y lacerante que me desazona y entristece” —no recuerdo a quién estoy plagiando con esta reflexión pero ni falta me hace.
Me duele España y, tal vez por ello, intento recordar la historia ficticia y mitológica de Pandora embarullándola con especulaciones ayermadas y con marionetas reales de algunos tiralevitas.

No estamos en el mismo país. Cien naciones nos acosan. Los editoriales y las editoriales lo demuestran —las editoriales porque de ello viven, los editoriales porque de ellas cobran sus autores—. Según la procedencia de la noticia, "La noche de tensión en Barcelona entre policía y manifestantes tras los registros", se convierte en "La guardia civil en la sede de Hacienda bajo el acoso de los independentistas". O en "La guardia civil abandona la sede de Economía tras 20 horas de registros". O en "Los Mossos facilitan de madrugada la salida de varios agentes de la Guardia Civil que permanecían en el interior de la Consejería de Economía. Más de una decena continúa en las instalaciones".

El arte es un artificio. Es el pensamiento por arte de imágenes. Los poetas lo tienen complicado —"Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio", escribió Federico García Lorca. Y Galileo Galilei: "Digamos que existen dos tipos de mentes poéticas: una apta para inventar fábulas y otra dispuesta a creerlas" —Aunque el de Pisa murió con 77 años y el de Fuentevaqueros con 38, al granadino le separan 334 del pisano—.
Homero escribió que Zeus poseía dos toneles, uno de los males y otro de los bienes. De ellos sacaba y daba a los hombres lo que le parecía justo. Zeus, aquel tipo que según Homero era el padre de los dioses y de los mortales, a cada dios le fue concediendo una gracia y por no quedarse corto, donó a Pandora —la primera mujer, hecha por Hefesto debido a una orden de Zeus— una hermosa y valiosa caja con la orden tajante de que no la abriera bajo ningún concepto. Cierto día, Pandora, no pudo resistir la curiosidad y abrió la caja misteriosa de donde afloraron para esparcirse por el mundo las enfermedades, las guerras, los terremotos y todas las calamidades. A la desesperada, intentó cerrar aquella singular mazmorra donde los dioses retenían apresadas las calamidades humanas pero sólo consiguió envasar dentro la esperanza.
Ahora, cuando creíamos estar en una calada más del cigarrillo del pasado, varias personas reales han abierto la caja mitológica de Pandora del pesimismo y la crispación de los españoles. Si Pandora entró en la historia de la mitología como el ser que pasó la página de la felicidad humana, algunos políticos actuales pasarán a la historia de nuestro regreso a las catacumbas, vitoreados por marionetas —Puigdemónt, Carme Forcadell, Oriol Junqueras, Raül Romeva, Anna Gabriel...— y por coadjutores adláteres —Artur Mas, Joan Tardà, Ada Colau, Gabriel Rufián, Mireia Boya y un largo etecé.

Si lo de Pandora es un invento mitológico, lo de las marionetas tiralevitas es un desafío real de varios adefesios —personas ridículas o extravagantes.
Hace un millón de años luz, siglo más siglo menos, Cataluña alcanzó su apoteosis, y ahora sus marionetas pretenden un Valle de los Elefantes y solo encuentran su Valle de los Caídos.

Aunque una dosis proporcionada de escepticismo puede ayudar a superar el desencanto, atando cabos sitúo mi envite de hoy en aquella caja de Pandora donde la esperanza aún permanece, y procuro esquivar o zigzaguear a las envilecidas marionetas y a sus marionetistas bebecharcos que hoy intentan arrastrarnos a las catacumbas de nuestra historia y emponzoñar nuestro futuro.

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