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1946.- La poetisa olvidada

10/08/2017

Se llamaba Pura González. El escritor Fernando Soldevilla le dedicó su libro "Historia de otras edades tradiciones en prosa" (Madrid 1883) con estas palabras: "A mi predilecta amiga Pura González en testimonio de simpatía y admiración por su talento poético. Fdo.: F. Soldevilla”.
Su hijo se llamaba José Müller González y fue uno de los dos testigos del bautizo de quien esto escribe realizado por Plácido Centeno Roldán en la extraordinaria pila románica de la iglesia de Santiago de Turégano —ninguno de ellos llegó a conocer la existencia del ábside románico escondido detrás del retablo barroco del altar mayor, una joya artística de valor incalculable (ver “Turégano Piedras con Alma”, publicada en 2011 (VBV, ISBN: 978-84-614-4657-5).

Por razones del tiempo y de sus avatares, no llegué a conocer físicamente a esa entrañable poetisa tureganense pero he leído todos sus poemas: los tengo recogidos en varios cuadernos que en cierta ocasión cayeron en mis manos; un privilegio inolvidable. Pura González era una rapsoda que no buscaba la fama. Solo pretendía soñar y expresar el componente y la pasión de sus ensueños. Se encerraba en una de las habitaciones más pequeñas de su gran casa de la plaza mayor de Turégano y allí manifestaba el éxtasis de su talento poético.
En el Programa de las fiestas tureganenses de este año en honor del Dulce Nombre de María he querido recordar a esta poetisa singular que se negó a publicar sus obras y que sus poemas quedaron manuscritos en un cajón secreto de su escribanía de madera de nogal y caoba: “¿Por qué te marchitas, rosa?/ ¿Por qué tu fragancia pierdes?/ ¿Por qué causa misteriosa / no bien naces cuando mueres? ¿Qué misterio hay en tu vida / que no se pueda adivinar (…)
Y así cuadernos y más cuadernos, repletos de poemas y más poemas.

Fernando Soldevilla nació el 30 de mayo de 1854 en la localidad toledana de Escalona del Alberche, una ilustre villa de la que tuve el honor de ser el pregonero de sus fiestas en mi época de director provincial de Toledo. Era un escritor y político liberal moderado que fue diputado y gobernador civil en Segovia, donde conoció y trató a nuestra poetisa. Entre 1895 y 1928 publicó El año político, una serie de volúmenes que, a razón de uno por año, recogen los acontecimientos políticos, sociales, militares y económicos españoles de mayor importancia.

En mi pregón escalonero en “La perla del Alberche”, así llaman a esa villa, recordé a Soldevilla y también a otros hijos ilustres allí nacidos cómo el Infante Don Juan Manuel (1282/1348) que era miembro de la Casa Real de Castilla, nieto del rey Fernando III el Santo y uno de los principales representantes de la prosa medieval por su obra “El Conde Lucanor”, escrita entre 1330 y 1335.

Recordé también a Lázaro de Tormes porque en esa localidad toledana puso tierra de por medio con el ciego al que servía desde su salida de Salamanca tras engañarle de forma cruel: “Estábamos en Escalona, villa del duque della, en un mesón, y diome un pedazo de longaniza que la asase.” —Lázaro engulló y devolvió la longaniza y el ciego se descalabró saltando contra un poste de la plaza mayor; luego él continuó hasta la ciudad de Toledo donde trascurre la segunda parte de esa obra literaria emblemática de la literatura castellana.

Atando cabos, “amurallar el propio sentimiento es arriesgarse a que te devore desde el interior”, así lo explicaba la pintora mexicana Frida Khalo, cuya vida estuvo marcada por el infortunio al contraer poliomielitis y después por un grave accidente que la mantuvo postrada en cama durante largos periodos; su obra y la del pintor Diego Ribera, su marido, se influenciaron mutuamente. En el abracadabra de la historia, los escritores como Pura González, la poetisa olvidada, son personas de alma compleja y de corazón apasionante y apasionado.

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