1943.- Patriotismo&nacionalismo03/07/2017
En La Venganza de don Mendo que escribió Pedro Muñoz Seca, un literato que nació el 21 de febrero de 1879 en el Puerto de Santa María y fue fusilado en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936, Azofaifa, una de las protagonistas de aquella divertida comedia, dice a Mendo: “¡Clava en mis carnes tu acero! ¡Sacia tu venganza en mí si no has de quererme ya! ¡Hiere, Mendo, por Alá!”, y Mendo: “¡Qué por Alá, por aquí!” —En el Islam, Alá es el único Dios, un ser omnipotente y omnisapiente creador y sustentador del universo. Mahoma, su profeta, ya en el siglo VII, reveló el Corán a sus secretarios y éstos lo convirtieron en palabra escrita “en el nombre de Allah, el Misericordioso y el Compasivo”.
Un contemporáneo de Muñoz Seca —Jacinto Benavente (1866/1954)—, Premio Nobel de Literatura en 1922, solía decir que “cuando no se dice lo que se piensa es cuando se dice lo que se piensa”. Otro contemporáneo (1890/ 1970), Charles de Gaulle, el primer presidente de la Tercera República Francesa —Emmanuel Macron es el vigesimoquinto presidente de la Quinta República— decía que “el patriotismo es cuando pones primero el amor a tu pueblo, y el nacionalismo, cuando pones primero tu odio hacia otro pueblo”. Otro contemporáneo, Herbert Marcuse en “Eros y la civilización”, una síntesis de Carlos Marx y de Sigmund Freud publicada en 1955; Para bien o para mal, Marcuse es conocido como «El padre de la Nueva Izquierda”.
Lo intento comprender cuando leo libros cuya esencia no está “en la tinta de sus páginas sino en los pliegues de nuestra alma” —eso pienso de la novela “El Lobo Estepario” de Hermann Hesse (1887-1962), un escritor germano-suizo que se murió con 85 años un nueve de agosto, la víspera del día de San Lorenzo—. Continuos y violentos conflictos con sus padres llevaron a Emil Sinclair, el seudónimo que utilizaba Hermann Hesse, a una odisea a través de diferentes instituciones y escuelas. «Quisiera partir como el sol en el ocaso», escribió en una carta de marzo de 1892, solo tenía cinco años por entonces, manifestando una tentativa de suicidio, por lo que le ingresaron en el manicomio y más tarde en una institución para niños. “La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo.
Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros. Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”, cosas así escribía Herman Hesse. Para él, la soledad era independencia —“yo me la había deseado y la había conseguido al cabo de los años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas”, solía decir.
“Acuérdate hombre, que polvo eres y al polvo regresarás” —Memento homo, quia pulvis eris et in pulverem reverteris— advertía el sacerdote al imponer la ceniza el primer día de la cuaresma: a los varones en lo más alto de la cabeza y a las mujeres en la frente porque tenían prohibido entrar en la iglesia sin llevar cubierta la cabeza —en mi caso y niñez: el añorado Plácido Centeno Roldán que en paz descanse.
En El Elogio de la locura, una obra publicada en 1511, Erasmo de Rotterdam, el humanista más ilustre de Europa que fue toda su vida amante de la libertad, de la independencia, de la cultura y de la paz, declara que “algunos hacen bien en alabarse a sí mismos porque no encuentran a otros que lo hagan”. La redactó en una semana y la desarrolló en una estancia de la casa de su amigo Tomás Moro, un personaje que en 1535 fue enjuiciado por orden del rey Enrique VIII acusado de alta traición y decapitado por no prestar el juramento antipapista, oponerse al divorcio de su esposa —la reina Catalina de Aragón, la hija menor de los Reyes Católicos—, y no aceptar el Acta de Supremacía que declaraba al rey cabeza de la Iglesia Anglicana
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Atando cabos, quod scripsi, scripsi —lo escrito, escrito está—. Si cuando no se dice lo que se piensa es cuando se dice lo que se piensa, y si en los nacionalismos irredentos y los egoísmos deslenguados se pone el odio hacia otro pueblo antes que el amor al tuyo, el patriotismo&nacionalismo de Pedro Sánchez Picapiedra, de Pablo Iglesias Mármol, de sus Bettys, sus Vilmas y de los comparsas de su séquito chiquilicuatre de la Nueva Izquierda, intento precisar que algunos se alaban a sí mismos porque no encuentran a otros que lo hagan. Su patriotismo trasnochado está trufado de nacionalismo independentista.