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1936.- El tinglado de la nueva farsa

11/05/2017

Suele decirse que el de “Los intereses creados” de Benavente y el de “La Vida de del Quijote y Sancho” de Unamuno son los prólogos más seductores de la literatura española:

El introito de Jacinto Benavente (Madrid, 1866/1954) titulado “El tinglado de la antigua Farsa”: "He aquí el tinglado de la antigua farsa, la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos, la que juntó en ciudades populosas a los más variados concursos (…) Del pueblo recogió burlas y malicias y dichos sentenciosos, de esa filosofía del pueblo, que siempre sufre, dulcificada por aquella resignación de los humildes de entonces, que no lo esperaban todo de este mundo, y por eso sabían reírse del mundo sin odio y sin amargura (...) —507 palabras.

El prefacio de Miguel de Unamuno (Bilbao 1864/Salamanca 1936) titulado “El sepulcro de don Quijote": “Me preguntas, mi buen amigo, si sé la manera de desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre estas pobres muchedumbres ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y mueren. ¿No habrá un medio, me dices, de reproducir la epidemia de los flagelantes o la de los convulsionarios? (…) Esto es una miseria, una completa miseria. A nadie le importa nada de nada. Y cuando alguno trata de agitar aisladamente este o aquel problema, una u otra cuestión, se lo atribuyen o a negocio o a afán de notoriedad y ansia de singularizarse. (…) Si uno denuncia un abuso, persigue la injusticia, fustiga la ramplonería, se preguntan los esclavos: ¿qué irá buscando en eso? ¿A qué aspira? Unas veces creen y dicen que lo hace para que le tapen la boca con oro; otras que es por ruines sentimientos y bajas pasiones de vengativo o envidioso; otras que lo hace no más sino por meter ruido y que de él se hable, por vanagloria; otras que lo hace por divertirse y pasar el tiempo, por deporte. ¡Lástima grande que a tan pocos les dé por deportes semejantes! (…) Comprender es perdonar, se ha dicho. Y esos miserables necesitan comprender para perdonar el que se les humille, el que con hechos o palabras se les eche en cara su miseria, sin hablarles de ella. (…) No hay porvenir; nunca hay porvenir. Eso que llaman el porvenir es una de las más grandes mentiras. El verdadero porvenir es hoy. (…) ¿Qué es de nosotros hoy, ahora? Ésta es la única cuestión. Y en cuanto a hoy, todos esos miserables están muy satisfechos porque hoy existen, y con existir les basta. (…) El ridículo es el arma que manejan. (…) —4277 palabras.

El tinglado de la nueva farsa ni reside donde Jacinto Benavente ni cohabita donde Miguel de Unamuno. Es la maraña EEE: Encuestas, Emociones y Extravagancias.
Respecto a las encuestas, la mayoría de las personas tienen la sensación de que la única razón por la que tenemos elecciones es para averiguar si las encuestas estaban en lo cierto.

De las emociones se dice que son como caballos salvajes, que no son explicaciones que nos ayudan a seguir adelante sino nuestra voluntad de seguir adelante —El principito (Le Petit Prince) la obra más famosa de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), me enseñó hace muchos años que “somos los amos de las cosas cuando las emociones nos responden”.

Sobre las extravagancias, el diccionario aclara que son “rarezas, incongruencias, ridiculeces, excentricidades, manías, disparates, bufonadas, trastornos, locuras y chaladuras”. O sea, que cada cual tiene las suyas y, como dijo el tío Sabino para poner el broche final a La del Soto del Parral, la zarzuela más segoviana: “Aquí paz y después gloria”.
Aunque seamos los amos de las cosas cuando las emociones nos responden, atando cabos hoy señalo que la paz y la gloria apenas sirven para pulir los desaciertos. Estamos casi siempre viviendo de prólogos, introitos y prefacios: en la primavera de las discordias, el verano de las desavenencias, el otoño de las incredulidades y el invierno del “apaga y vámonos”, como suele decirse cuando una cosa toca a su término o al oír o ver algo absurdo, disparatado o escandaloso en el tinglado de la nueva farsa.





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