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1935.- Cada quien es cada cual

02/05/2017

Aunque cada quien sea cada cual, todas las personas cuentan lo que les viene en gana: que en primavera se cultiva la camelia y nacen salvajes las amapolas; que las hortensias no florecen hasta el verano, y hasta hay quien poetiza declarando que “por fin lo comprende mi corazón/ escucho un canto,/ contemplo una flor/ ¡ojalá no se marchiten!”

Dios y ayuda me ha costado averiguar quién es el autor de esos cuatro versos. Se llamaba Nezahualcóyotl (1402/1472) y fue el Rey Soberano chichimeca de la ciudad-estado de Texcoco en el México antiguo —la “Nueva España”, se llamaba por entonces— y se convirtió en el principal aliado militar y político de los mexicas, un pueblo con el que estaba emparentado por la rama materna, aunque él no se consideraba de raza mexica sino chichimeca —nada que ver pero, mutatis mutandi (cambiando lo que haya que cambiar), como ahora Pablo Iglesias y su Irene Montero jugando al “veo veo” contra Íñigo Errejón y su Rita Maestre.
Nezahualcóyotl ejerció un poder absoluto y eclipsó a sus contemporáneos como poeta, como erudito y como arquitecto. Su nombre (“Nezahualcóyotl”) significa «Coyote que ayuna o coyote hambriento».
Escribió centenares de poemas, y aquí traigo esta delicia suya: “¿Es que en verdad se vive aquí en la tierra?/ ¡No para siempre aquí!/ Un momento en la tierra,/ si es de jade se hace astillas,/ si es de oro se destruye,/ si es plumaje de ketzalli se rasga,/ ¡No para siempre aquí!/ un momento en la tierra.”

Cuando coloqué a Pablo e Irene Montero jugando contra Íñigo y Rita Maestre al “veo veo, tú que ves, una cosita y qué cosita es…”, estuve en un tris —algo que estuvo a punto de suceder o hacerse— de acomodar a los cuatros jugando al Rayuela de Julio Cortázar, una novela de 155 capítulos que puede leerse de diferentes maneras: como lectura normal, leyendo secuencialmente de principio a fin; como la lectura «tradicional» propuesta por Cortázar leyendo secuencialmente desde el capítulo 1 hasta el 56 y prescindiendo del resto; por «el orden que el lector desee», una posibilidad que Cortázar exploró años después en su novela “62/modelo para amar”; por la secuencia establecida por el autor en el tablero de dirección que se encuentra al inicio del libro y que propone una lectura completamente distinta, saltando y alternando capítulos —en España, el juego de “rayuela” también se llama “tejo”, “calderón”, “cox cox”, “futi”, “traquenele”, “telazarranea”, “reina mora”, “pata coja”, “infernáculo”, “pitajuela” y “Mariola”.
El último orden de esa hipotética lista establecida en el “tablero de dirección” del Rayuela de Julio Cortázar —un escritor nacido en Bruselas porque su padre era funcionario de la embajada de Argentina en Bélgica— comprende textos escritos de distintos autores y de múltiples ámbitos; algo que el podemita Diego Cañamero Valle, el ex secretario general del Sindicato de Obreros del Campo de Andalucía, sería capaz de vender como papel desechable en alguna de las chatarrerías convertidas en el santo y seña del negocio del papel, del cartón y hasta de la madre que parió a Panete.

Como cada quien es cada cual, atando cabos señalo que aunque todo el magín esté en la partitura, hoy me auxilio de una batuta que intenta moderar la antedicha y enmarañada orquesta de dimes y diretes, y me acojo al plumaje del ketzalli que según Nezahualcóyotl —“El coyote que ayuna o coyote hambriento”—, se rasga fácilmente y solo sirve para negocios cicateros.

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