Volver a Artículos     
1934.- Entre la espada la pared

02/05/2017

Así se titula un delicioso cuento de Cristina Peri Rossi, una escritora, traductora y activista política uruguaya exiliada en España desde 1972 donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera literaria.

"Denuncio definitivamente que entre la espada y la pared no existe un lugar donde vivir" —son las últimas palabras de ese sorprendente cuento que así comenzaba—: “El espacio que queda entre la espada y la pared es exiguo. Si huyendo de la espada, retrocedo hasta la pared, el frío del muro me congela; si huyendo de la pared, trato de avanzar en sentido contrario, la espada se clava en mi garganta (…) Sé que tampoco es posible dilatar mi muerte tratando de vivir en el corto espacio que media entre la pared y la espada (…) Pero no existe ningún resquicio por el cual pueda huir, y cuando consigo engañar a la espada, la pared se agiganta, y si me separo de la pared, la espada avanza (…)

Entre la espada y la pared es también el título de una canción de Fito y Los Fitipaldis, un grupo musical de rock and roll creado en 1098 por un tal Fito Cabrales: “En algún sitio entre la espada y la pared/ las nubes con el viento siempre están cambiando/ quizás podamos ver el sol de vez en cuando (…) 
el mismo con el que forjé/ mi oxidado corazón….” 



Entre la espada y la pared estuvimos los españoles en el mes de mayo de 1808. En las inciertas horas de aquel levantamiento popular, navajas contra corazas, quedaron identificados 410 muertos y 171 heridos: varios carpinteros, un aserrador, tres clérigos, quince funcionarios, noventa y siete individuos sin oficio, seis jornaleros, cinco médicos, treinta y nueve militares, dos peluqueros, tres plateros, dos presos, un profesor, tres sastres, un sereno, once sirvientes, doce zapateros, abogados, aguadores, albañiles, algún mendigo también. 77 eran mujeres, 15 niños, 68 militares, 9 eclesiásticos, 33 personas “sin oficio declarado y con título de don”, y 99 “personas sin oficio declarado y plebeyos”. Sesenta cuatro nacidos en Madrid y el resto en otros lugares, siete de ellos en Segovia —cuatro en la capital y tres en lugares de la provincia: El Real Sitio de San Ildefonso, Fuenterrebollo y Turégano—. La de El Real Sitio se llamaba María Pané Pérez, tenía 19 años, vivía en la calle de Buenavista de Madrid y recibió una herida de bala en la calle del Barquillo. El aserrador había nacido en Fuenterrebollo; se llamaba Antonio Matarranz y Sacristán. El de Escalona se llamaba Basilio Adrao Sanz. El de Turégano se llamaba Manuel Calvo del Maestre y era oficial del Archivo del Ministerio de la Guerra y capitán graduado. Metido entre la gente del pueblo llano, organizó diversas algaradas contra los soldados invasores. En el Archivo Municipal de Madrid se recoge un episodio heroico de este tureganense: “De pronto, en medio de las algazaras populares, Manuel Calvo se dio cuenta de que cuatro personas iban a pasar por la puerta de la guardia de las Oficinas de Reales Provisiones de las que se habían apoderado los franceses. Trató de salvarlas pues los franceses disparaban sobre cuantos se acercaban a sus cuarteles, retenes o guardias. Pero el centinela francés se dio cuenta del movimiento de aquellas personas y, temiendo que fuera una agresión, salió del cuartel una Compañía de la Guardia Polaca que comenzó a hacer fuego contra el grupo. De las cinco personas que lo componían, una quedó muerta en el acto, tres heridas y una sana. El de Turégano recibió una bala en la cara que le deshizo un carrillo quedando su rostro desfigurado para siempre.”
Emulando el discurso de Adolfo Suárez del 13 de junio de 1977, en la fiesta de la Comunidad Autónoma de Madrid atando cabos puedo prometer y prometo que los españoles estamos una vez más entre la espada y la pared, que las nubes con el viento siempre están cambiando, y que María Pané, Antonio Matarranz, Basilio Adrao y Manuel Calvo merecen la admiración, el respeto y el cariño de los segovianos que no tengan su corazón oxidado.

  Volver a Artículos