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1926.- El motín de la esperanza

28/03/2017

Los lobos solitarios —individuos que realizan acciones terroristas sin el apoyo físico de un grupo, un movimiento o una ideología— me ponen en contacto con “El perro del hortelano”, una comedia de Lope de Vega en la que se plantea la relación amorosa entre dos personas de desigual condición social.

Con perros o sin perros, si “donMariano”, “donNonosequién” y “donNosecuantos” se conjuraran por lo bajinis, en España se abriría el motín de la esperanza —a cencerros tapados, porque con luz y taquígrafo ni con cien cañones por banda, viento en popa y a toda vela, mi barco mi tesoro, mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento y mi única patria la mar, de cuando a José de Espronceda le dio por escribir la Canción del Pirata; en 1834 escribió la novela “Sancho Saldaña o el Castellano de Cuéllar “, pero es otro cantar

Tras este pórtico lenguaraz, recalo en el escenario político del aquí y ahora auxiliándome en Nicolás Maquiavelo, un filósofo, político y escritor italiano considerado el padre de la Ciencia Política moderna —su obra siempre será inmortal, pero su autor en estos días cumpliría 548 años—. Así escribió en El Príncipe, una obra sin espacio ni tiempo: “Creyeron que si atacaban a los romanos desunidos, podrían vencerlos, pero el ataque provocó la unión de los romanos y el fracaso total de los atacantes”. Es la filosofía de los vencedores, no la opinión de los estrategas de naipe sin sangre recomendable a los del “ataca que algo queda” y a los defensores de los lobos solitarios.

Como los hombres de Estado deben tener el corazón en la cabeza, pocos se explican que el tándem fusión “Pedro Sánchez/María Begoña Gómez” y el tándem maridaje “Patxi López/Begoña Gil” prosigan erre que erre antes de hermanarse en la letanía de un rosario laico. Si les atacas, les unes.

Los del “ataca que algo queda” leen a Maquiavelo, se creen dioses menores desde la hojarasca y se columpian en la trincheras de cualquier atalaya. Tácticos sin estrategia, alguno de ellos usa frontones en vez de espejos. Su imagen se rechaza a sí misma desmirándose de tanto mirarse.

Cuando caiga el telón, Maquiavelo seguirá en escena. Él lo explicaba así: “La causa de la desunión de las repúblicas es, la mayoría de las veces, el odio y la paz; y el motivo de la unión, el miedo y la guerra…” También manifestaba que “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.

Cuanto más desunidos estén los enemigos, mejor para todos. Si les dejas estar guapos en sus armaduras de paseo y chocolate, se te adosarán como moscas para seguir en su paz descansen. Creyeron que si atacaban a los desunidos podrían vencerlos, pero el ataque provocó la unión de los desunidos y el fracaso total de los atacantes.

“Las injurias han de hacerse todas a la vez; los favores poco a poco, para que puedan saborearse mejor” (Maquiavelo dixit). “Ruin arquitecto es la soberbia; los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos” —Agustín de Hipona, el hijo de Santa Mónica y oyente de los sermones de San Ambrosio de Milán, lo dejó escrito hace mil setecientos años.

“Pronto se arrepiente el que juzga apresuradamente”, escribió Publio Siro, un poeta dramático romano casi desconocido, y Alberto Schweitzer, un médico, filósofo, teólogo, misionero en África y Premio Nobel de la Paz en 1952, explicó que “con veinte años todos tienen el rostro que Dios les ha dado; con cuarenta el rostro que les ha dado la vida y con sesenta el que se merecen”.

Aunque sea sabiduría del pueblo cuerdo, nuestro Donoso Cortés, un filósofo, parlamentario, político y diplomático español de la primera mitad del siglo XIX, escribió que “si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro”.

Si en el pórtico de esta apelación al motín de la esperanza dije lo que dije, en el volapié del estrambote final atando cabos digo que si un hombre dice que pareces un lobo solitario no le hagas caso, pero que si te lo dicen varias personas has de mirarte en un espejo. Las fusiones y los maridajes son así.

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