1917.- El hombre de las mil caras11/02/2017
En números redondos, conozco un par de docenas, veinticuatro más o menos, pero hay personas que conocen los otros 976 rostros del hombre de las mil caras.
El hombre de las mil rostros tiene cuarenta y nueve caras diferentes para cuando discute sus planes con María Begoña, 163 para cuando ronronea con sus dos hijas: Ainhoa —en diminutivo, Nhoa— y Carlota —en diminutivo, Carlotita—. Veinticinco caras al menos cuando en septiembre de 2009, tras la renuncia de Pedro Solbes a su acta de diputado, el hombre de las mil caras ocupó su vacante en el Congreso de Diputados y abandonó su puesto de concejal del consistorio madrileño.
Treinta y tres caras desiguales cuando, a pesar de no haber pertenecido nunca a la Ejecutiva ni al Comité Federal del PSOE, durante los primeros meses de 2014 fue uno de los candidatos que se postularon para las elecciones primarias previstas en noviembre de 2014 para elegir al candidato del partido a las elecciones generales de 2015, y se puso a recorrer como un frenético las agrupaciones socialistas de toda España.
Nueve caras desiguales cuando, tras los malos resultados del PSOE en las elecciones europeas, Alfredo Pérez Rubalcaba, Secretario General del PSOE en ese momento, anunció su dimisión y la renuncia a su escaño —se hizo efectiva el 2 de septiembre de 2014— y el nieto de carnicero de Solares explicó que el nuevo secretario general sería elegido mediante votación directa entre los militantes —“¡Qué cara, qué gesto, qué carajo es esto!”, se decían los militantes cuando el hombre de las mil caras anunció su candidatura.
Treinta y tres caras diferentes, treinta y tres, cuando el 28 de junio del año siguiente fue proclamado candidato por el PSOE al haber obtenido más de 40.000 avales y se enfrentó a Eduardo Marina y a José Antonio Pérez Tapias.
Noventa y nueve semblantes distintos, noventa y tres, cuando en las elecciones celebradas el 13 de julio de aquel año obtuvo un 49 % de los votos frente a un 36 % de Madina y un 15 % de Pérez Tapias. El rostro que exhibió cuando se convirtió oficialmente en el sucesor de Rubalcaba valía por nueve semanas y media de caras, ¡qué cara aquel día la del marido de María Begoña Gómez Fernández!
Según Trinidad Jiménez, la ex ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación que fue la persona que les casó en los jardines del Hipódromo de la Zarzuela cuando era concejala del ayuntamiento de Madrid, qué cara tenía el novio cuando miraba de reojo a su hija Ainhoa que sostenía la cola del vestido blanco de encaje de su madre. El aspecto de la chiquilla despertó treinta y u rostros diferentes en su padre mientras pensaba en la posibilidad de que la pequeña pudiera perder los anillos de boda que llevaba en una bandejita dicen que celestial.
Y así hasta llegar a los mil rostros del hombre de las mil caras. “La Moncloa es un proyecto de los dos”, suele decir por lo bajinis y a veces en público su mujer que es una “experta fundraiser en el Tercer Sector” como ella se suele autodenominar aunque más de uno se pregunte qué carajo será eso de “trabajar para atraer los fondos públicos que las empresas necesitan para fomentar las crecientes necesidades de financiación”, una tarea en la que hay que saber manejar las mil caras estampilladas en el panel de rostros diferentes.
Con las cigüeñas ya en los campanarios y el mandato de las águedas zamarriegas en el retrovisor, atando cabos hoy hago un gurruño maquiavélico, un viaje al centro de la desangrada historia de la pesadilla y la alucinación, y me planteo el clásico “Dilema del Prisionero”: la disyuntiva de que si Begoña Gómez Fernández es una experta fundraiser, su marido, el hombre de las mil caras, es un especialista intrigante y un desenvuelto enredador capaz de montar unos conflictos públicos que ya parecían excluidos de la desconcertante política española.