1913.- Zafarrancho de Combate
Aún llegan a las playas los restos de aquel naufragio. Fue el 28 de octubre de 1982, era jueves, y el Partido Socialista obtuvo 202 escaños en el Congreso de los Diputados, 81 más que en las elecciones anteriores. Los míos de entonces tenían 168, gobernaban, y solo consiguieron 11. Luego, por estribor, babor, proa y popa se fue desmantelando aquel barco a la deriva. Su capitán fue el primero que abandonó el barco.
Unos meses antes, se había largado con viento fresco, construyó una nave llamada CDS, y consiguió la friolera de dos escaños: el suyo y el de un compadre suyo de Ávila al que cariñosamente se le llamaba “Pelo pincho” y formalmente Agustín Rodríguez Sahagún. Más tarde, le vino a Adolfo Suárez la bicoca del Alzheimer, la forma más común de la demencia, y ni se acordaba.
Fue el batacazo más grande de la historia política española. El Partido Popular que entonces se llamaba Alianza Popular fue el partido político que más subió: tenía 10 escaños y consiguió 107 —mayor costalazo incluso que el naufragio político del PSOE con el liderazgo de “Pedro Sánchez Yo Pacto Con Quien Se Deje”.
Treinta y cinco años después de aquel naufragio, los políticos españoles están hoy en zafarrancho de combate: una secuencia ordenada de actividades dirigidas a dejar dispuesta y preparada una embarcación, instalación o estancia para desempeñar una tarea concreta.
Coloquialmente, el término “zafarrancho” se emplea con un significado equivalente a limpieza general, destrozo o riña —los del PP, “en limpieza general”, los del PSOE, “en destrozo”, y los de Podemos “en riña”.
De volver a ser elegido Pedro Sánchez Pérez-Castejón secretario general del PSOE, habrá que recordar a los restos del naufragio socialista lo que decía Blaise Pascal, un matemático y filósofo francés: “Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar su pensamiento sin morir”.
En ese zafarrancho de combate, Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno español, ha asegurado en Barcelona que el Muy Honorable Señor presidente de la Generalidad de Cataluña Carles Puigdemont ha iniciado una huida hacia delante y que se mueve por visiones quijotescas.
Al tiempo, Artur Mas i Gavarró, el peor gobernante de la Cataluña contemporánea, naufrago de sí mismo sale cada día a contemplarse en un lago misterioso mientras le vislumbra embelesada sor Lucía Caram, una monja dominica contemplativa, cocinera, escritora y locutora que es argentina, actualmente reside en España y que tiene a la Iglesia en pie de guerra por afirmar que la Virgen María mantuvo sexo con San José, su marido. Tan fascinada por Artur Mas está esa monja alférez, que para serenar el ama suele decir que ella es una monja inquieta e inquietante que “intenta ser feliz y hacer felices a los demás”. Arturo y Lucía han caído en el lago de las alucinaciones y en su tumba nacerá un narciso —El dublinés Oscar Wilde no finalizó así la historia. Él escribió que cuando Narciso murió, llegaron las diosas del bosque y vieron el lago transformado en un cántaro de lágrimas saladas.
“Saldremos adelante con el cuchillo en la boca y una sonrisa”, dijo no recuerdo quien, y si lo recuerdo guardo silencio. Habría que haber recordado a ese Señor que si el combate es mañana, no hay que vivir hoy con los puños cerrados, sino cerrarlos cuando llegue el momento.
Atando cabos digo que los políticos españoles están en zafarrancho de combate, que ya se vislumbra el día de los enamorados y que lo de san Valentín es la historia de un señor que perdió la noción del tiempo y se coló como patrono del amor y los enamorados porque durante estas fechas es cuando se emparejan y aparean los pájaros en un cántaro de lágrimas saladas. ¡Todo tipo de pájaros!