1909.- El monje y su Ferrari12/01/2017
España es el país de los viceversas. Lo decía Fray Gerundio de Campazas alias Zotes para indicar que nuestra nación es un refugio de anomalías y contradicciones.
Los viceversas valen para todo. Para hablar del monje y su Ferrari y para parlotear sobre el Ferrari del monje.
Siempre se ha dicho que según Cánovas del Castillo “son españoles los que no puede ser otra cosa”. Visto así, hasta el Fray Gerundio escrito por el padre Isla es un supuesto que se tambalea.
El padre Isla fue un jesuita español que nació en Cistierna, un municipio de León, y enseñó su filosofía en Segovia y otras ciudades españolas hasta que fue expulsado de España junto con los demás miembros de su orden. Viajó entonces a Córcega y no sé cuantos sitios más hasta que se instaló en Bolonia, la ciudad con la universidad más antigua del mundo occidental y donde estudiaron Dante, Petrarca, Erasmo y Copérnico. Como aquel profesor de Segovia no las tenía todas consigo, el libro sobre Fray Gerundio es una burla contra los predicadores de su tiempo y su lenguaje trasnochadamente culterano —En Segovia y en el mismo lugar que el padre Isla fue profesor Francisco Suárez, otro jesuita, conocido como el Doctor Eximio, quizás el filósofo y jurista más importante que ha tenido España.
En este cruce de caminos a veces contrarios y a veces contradictorios, lo de “El monje y su Ferrari” viene a cuento de que al mundo capitalista y consumidor no le interesa saber la causa de la venta de un coche sino cuánto y quién pagó al monje su Ferrari.
Como lo que importa se vende, Robin S. Sharma, el autor del Monje que vendió su Ferrari, encontró con ese libro una bicoca económica. Escribió después “La Sabiduría Cotidiana Del Monje Que Vendió Su Ferrari", de subtítulo “Una fábula espiritual”, y allí se explayó, casi hasta el infinito, en sus consejos emocionales y de tipos diferentes de vida.
Aquellos dos libros que leí cuando navegaba en afanes diferentes a los actuales estaban escritos a modo de fábula y contenían sencillas y eficaces lecciones para mejorar la manera de vivir. Intentaban fusionar la sabiduría espiritual de Oriente con los principios occidentales del éxito: cómo vivir con más coraje, alegría, equilibrio y satisfacción.
Era una historia que enseñaba y deleitaba, o sea, un paraíso que nunca disfrutará Pedro Sánchez Pérez-Castejón —un señor que nació en el barrio madrileño de Tetuán, que jugó en el Estudiantes hasta los 21 años, que es aficionado confeso del Atlético de Madrid y que no para de armar zafarranchos de combate—. Un Edén que no alcanzarán Pablo Manuel Iglesias Turrión, el podemita que en cierta ocasión confundió a Newton con Einstein, ni Íñigo Errejón Galván, el todoterreno cara de niño que confundió a Reagan con Nixon.
Atando cabos hoy digo que en Segovia los niños aprendíamos el catecismo mediante la versión del Padre Astete y allí se nos explicaba que no es necesario que cada vez que uno cae en pecado tenga que confesarse inmediatamente sino que “Bien sería, pero no es necesario”. Añado que España no es el país de los viceversas, que no es verdad son españoles los que no pueden ser otra cosa, que dos jesuitas geniales fueron profesores en el mismo lugar de nuestra Segovia y que el haiga Ferrari que el abogado triunfador vendió para tratar de hacerse monje es valerse de una historia, fábula o cuento para ilustrar las inteligencias —“haiga” es un vocablo aceptado por el diccionario de la RAE: “el coche más grande que haiga” es un “automóvil muy grande y ostentoso en su uso coloquial y sentido irónico”.