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1901.- El adefesio y la mojiganga

04/11/2016


Un proverbio turco asegura que quien para ir a rezar duda entre dos mezquitas, terminará por quedar sin rezar. Así los indecisos crónicos que siempre se abstienen a la hora de decidir. No se parecen al gran Esquilo, un dramaturgo griego considerado el primer gran representante de la tragedia griega.

—Ha llegado un hombre que se parece a Orestes.
—A Orestes solo se parece Orestes.
—Luego ha llegado Orestes.
Lo escribió Esquilo en "La Orestiada", y Álvaro Cunqueiro colocó de entradilla esas palabras en "Un hombre que se parecía a Orestes", la novela por la que le concedieron el Premio Eugenio Nadal en 1968. Conocí personalmente a Cunqueiro, no de ocultis, y fue todo un privilegio. El de Mondoñedo solía terminar sus novelas con un "Índice onomástico", y en El hombre que se parecía a Orestes hace este comentario de San Evencio: "Un santo estilista al que le daban de comer con largas pértigas en cuyas puntas colocaban pan e higos. Solamente bebía agua de lluvia… Hacía sus necesidades en conchas marinas, que una gaviota doméstica que tenia le portaba en el pico, y después iba a tirar al mar. El día en que murió, que fue por el otoño, la columna se inclinó y lo depositó suavemente en tierra. Tenía dispuesto que lo enterraran de pie, lo que así hicieron.”
Hoy, si alguien se encuentra con un hombre que grita sandeces y se parece a Pablo Iglesias es que se trata de Pablo Iglesias. Y si se parece a Miquel Iceta es porque ha perdido el oremus. No me refiero al aspecto físico de los dos sino a su manera de mitinear. Lo dos gritan más de lo justo, miran menos de lo razonable y parecen dos "adefesios", ya saben, lo de "adefesio" se basa en una historia acerca de un sacerdote católico que debía leer una de las “Epístolas a los corintios” de San Pablo y tomó por error la “Epístola a los efesios”, del mismo autor. Por esa razón las afirmaciones equivocadas se llamaron "adefesios".

Mario Vargas Llosa, el español peruano o al revés, suele decir que la incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar —recibió el Premio Nobel de Literatura (pronunciado nobél, aunque está muy extendida la pronunciación llana nóbel) en el año 2010, se lo comunicaron y acudió a recogerlo. No como el compositor y cantante Bob Dylan, que ni se pone al teléfono para recibir la noticia y no se sabe si acudirá a Oslo para recogerlo; a Jean-Paul Sartre se lo concedieron en 1964 y lo rechazó porque "consistentemente había declinado todos los honores oficiales".
Si de algo no me arrepiento a la hora de enseñar es de haber enseñado a dudar hasta de lo que enseño; la puta libertad tiene la culpa. La próxima semana dirigiré, como desde hace un montón de años, el “Taller de Negociación de Visitantes Latinoamericanos 2016”, integrado por jóvenes políticos del otro lado del océano —chilenos, uruguayos, dominicanos, paraguayos, mexicanos, argentinos, brasileños, bolivianos, peruanos, venezolanos, colombianos, panameños, nicaragüenses, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, cubanos y hasta una estadounidense—. A parte de mis explicaciones, trataré de hacerles dudar de mis posiciones y de las suyas, que como escribió Campoamor en una famosa cuarteta "en este mundo traidor,/ nada es verdad ni mentira,/ todo es según el color/ del cristal con que se mira”.

Atando cabos digo que cuando el obispo Arias Dávila abandonó momentáneamente el refugio de su villa de Turégano y encontró en la antigua catedral de Segovia los restos de San Frutos, no se hacían pruebas de ADN ni tenía dispuesto como San Evencio que lo enterraran de pie o algo parecido. Porque, bien mirada, vista y percibida, la vida (pública y privada) es una “mojiganga”: una fiesta en la que los participantes llevan disfraces o máscaras grotescas. La mojiganga es también una obra de teatro muy breve, especialmente la que se representaba en el Siglo de Oro en los entreactos de las comedias y en la que intervenían personajes ridículos o extravagantes para provocar la risa del espectador. En esto, como ahora, todos dudando entre varios templos, sean mezquitas, sinagogas, iglesias o cualquier otro tablado de la antigua farsa o de la nueva mojiganga.


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