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1899.- Rinconete y Cortadillo

01/11/2016


Iba a titular “Indívil y Mandonio”, dos caudillos iberos que lucharon como aliados de los cartagineses contra los romanos, y que cuando descubrieron que los romanos habían venido para someterles a su dominio acabaron derrotados casi como dos mártires que mueren por no abdicar de sus principios. “¿Y a cuento de qué escribir de una tragedia sucedida doscientos años antes de nacer Cristo?”, me pregunté, y pensé que en nuestro país, en función de la situación y del contexto, todos somos dos o tres personas distintas y un solo hombre o mujer verdaderos. Buenos y malos a la vez, así los humanos incluyendo los españolitos y españolitas de a pie —víctimas, verdugos, buenos, malos y de todo lo demás incluidos los ladrones, las ladronas y hasta los papas, obispos, curas, sacristanes y monaguillos.

Al finalizar el anterior párrafo, Roque, mi perro, hizo carantoñas en mi pie pidiendo paseo, y al regresar de su desahogo biológico, mis manos, de nuevo en el iMac, teclearon “edición, cortar, pegar”, y donde decía “Indívil y Mandonio” apareció “Rinconete y Cortadillo”, y así quedó el documento Word hasta el final.
No se actúa de la misma manera delante del jefe, la profesora, los padres, Roque o Perico de los palotes —según el Diccionario de la Academia, Perico el de los palotes es “un sujeto cualquiera” y, según el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, “un bobo que tañía un tambor con dos palotes”.
Creer en la verdad no significa buscarla siempre y a todas horas. Cuando Pedro Rincón (Rinconete) preguntó a Diego Cortado (Cortadillo) “¿Es vuesa merced, por ventura, ladrón?”, éste le contestó: “Sí, para servir a Dios y a las buenas gentes”. Rinconete abrumaba con su sabiduría angelical: “Cosa nueva es para mí que haya ladrones en el mundo para servir a Dios y a las buenas gentes”. A lo que requirió el mozo: “Señor, yo no me meto en tologías. Lo que sé es que cada uno en su oficio puede alabar a Dios, y más con la orden que tiene dada Monipodio a todos sus ahijados.” Ante tal propuesta, Rinconete explicó que esa recomendación debe ser buena y santa, pues hace que los ladrones sirvan a Dios. Y el mozo, un sabihondo, explicó que él no sabría si podría mejorar en el arte de robar porque él tenía ordenado que de lo que se hurta hay que dar alguna cosa o limosna para el aceite de la lámpara de una imagen devota —un Robin Hood de la caridad cristiana.
Por aquellos días, en la ciudad donde trajinaban Rinconete y Cortadillo a las órdenes de Monipodio, don Pedro de Castro, el arzobispo, ordenaba el cierre de los burdeles en los días consagrados a la Virgen y recomendaba a las muchachas llamadas María que no trabajasen en ellos —El patio de Monipodio era el punto de reunión de ladrones, mendigos, falsos mutilados, supuestos estudiantes y prostitutas, que debían pagar un “impuesto de circulación” para ejercer su profesión con tranquilidad; en esto casi como la Agencia Tributaria de cualquier país que se precie.
Rinconete y Cordadillo es una de las doce narraciones breves incluidas en las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes publicadas en 1612, algo que no significa que esa obra la escribiera el autor cuando la publicó pues un personaje de la Primera Parte del Don Quijote (1605) dice poseer un manuscrito de esa novela.
“Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”, escribió uno de los escritores más importantes de la literatura española del siglo de Oro. Se llamaba Francisco de Quevedo, siempre anduvo metido en actividades políticas y puso en peligro su estatus político al mantener su oposición a la elección de Santa Teresa como patrona de España en favor de Santiago Apóstol, lo que le valió un destierro más de los muchos que tuvo —nuestro Quevedo de El Buscón: “Yo señora soy de Segovia; mi padre se llamó Clemente Pablo, natural del mismo pueblo… vivía de pupilaje en casa del Dómine Cabra, un clérigo cerbatana, largo solo en el talle…”, y todo lo demás que con las historias de Indívil, Mandonio, Rinconete y Cortadillo apenas conecta.
Los dimes y diretes de los unos y de los otros “no son moco de pavo”, un dicho que proviene de la época en que se usaban los relojes con cadena y como ésta era una provocación para los ladrones, ellos aprovechaban las aglomeraciones de gente para robar el reloj y dejar la cadena que lo sujetaba que por lo general era de poco valor —se denomina "moco de pavo" al apéndice carnoso que les sobresale a esos animales por encima del pico y que se queda colgado por delante del animal. Un “pavo” es también el apodo para la moneda del euro en el argot de España y para la del dólar en el de los Estados Unidos de América.
Atando cabos digo que todos somos dos o tres personas distintas, que no se puede ser bueno y malo a la vez, que hasta Indívil, Mandonio, Rinconete, Cortadillo, mi perro y Perico el de los palotes lo saben, y que creer en la verdad no significa buscarla siempre y a todas horas. Lo digo pensando en lo que tú tal vez pienses: que mientras los dimes y diretes de muchos suponen que el pacto entre el PP, el PSOE y Ciudadanos es una hipótesis de moco de pavo, todo está atado, bien atado y en pocos días se verá.

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