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1890.- Lobos y tigres

10/09/2016

Resulta engorroso y peliagudo continuar en esta pesadumbre desolada. Como si lobos solitarios y tigres en manada, necesitamos algo que nos devuelva la ilusión y nos sirva de «Panem et circenses» (pan y circo) para aguantar la pesadilla.

Los lobos solitarios de hoy no son como el lobo de Caperucita Roja. Tampoco como el de los terroristas suicidas del 11-S de hace ahora quince años. Son personas anónimas entregadas silenciosamente a luchar por la causa por la que les pagan o en la que creen en el teatro de sus sueños. Los tigres en manada tampoco son los mismos de siempre.

Como desconozco la fórmula del pan y circo actual, acudo al “Catecismo do labrego” que escribió hace siglo y medio Valentín Lamas Carvajal: “¿Cantas cousas está obrigado á saber y entender o labrego cando chega á ter uso de razón? Saber o que deixa de comer, saber o que ten que traballar, esquecerse d’o que ten que pagar e non coidarse d’o que ten que recibir” —¿Cuántas cosas está obligado a saber y entender el labrador cuando llega a tener uso de razón? Saber lo que deja de comer, saber lo que tiene que trabajar, olvidarse de lo que tiene que pagar, y no preocuparse de lo que tiene que recibir"
Desde que Valle Inclán escribió su Tragicomedia de Aldea, ni los tigres ni los lobos son los de siempre.

“Nadie enciende una lámpara para cubrirla con una vasija ni para ponerla debajo de la cama. Al contrario, la pone encima de una mesa para que los que entren tengan luz”, lo dice el evangelio, o sea, que el mismísimo Dios, allá por el año treintaitantos de la Era del nacimiento de su hijo, se inventó lo de “Si te ven, estás vendido”. Si rezas sin altavoces, ni Dios te escucha —retiro esto último porque Dios es omnipotente, omnipresente y omnisciente: todo lo puede, todo lo tiene presente y todo lo sabe.
“Ponte un cencerro al cuello y echa a andar, y mil personas te seguirán”, se decía en la feria de Turégano cuando había cencerros. También se contaba que donde un asno mea todos mean, pero eso es otro cantar —los perros bien lo saben.
Los humanos juzgan más por los ojos que por la inteligencia. Todos pueden ver pero pocos comprenden lo que ven. El can Cerbero les vigila mientras sentados en lo alto de la montaña observan cómo luchan los lobos solitarios entre sí. —Cerbero es un monstruo de tres cabezas con una serpiente en lugar de cola. Él guarda la puerta del Hades para que los muertos no puedan regresar y los vivos no puedan entrar hasta que les llegue la hora—. Mientras tanto, los hombres y los países observan los fuegos que arden al otro lado del río.
Los hombres y las naciones tienen toda una vida por delante porque la vida siempre se tiene por delante —por detrás, solo existe el pasado, la nada disfrazada de recuerdos—. Mientras viven, navegan por “el mejor de los tiempos” y por “el peor de los tiempos. Por la edad de la sabiduría y también por la de la locura” —es mi añoranza de Samuel Langhorne Clemens, un lobo solitario conocido por el seudónimo de Mark Twain.
A punto de echar el cierre del verano del 2016, así nuestra España y sus líderes políticos aunque en todas partes cuezan habas, como se cuenta en este famoso epigrama: “En tiempo de Luis XIV / hubo en Francia un español, / cuyo parecido al rey / tanto en la corte chocó, / que llamándole el monarca: / “¿Tu madre”, le preguntó, / “Vivió en París algún tiempo?” / Y el español contestó: / “Si bien no estuvo mi madre,/ mi padre sí que estuvo, Señor” —lo escribió un tal Galo Alonso que ni en el wiquipedia aparece. Está publicado en la página 543 del “Museo Epigramático o Colección de los más festivos epigramas estractados de nuestros poetas antiguos y modernos por D. Amancio Peratoner, Madrid, 1865”; lo de ‘estractados’ en vez de ‘extractados’, es cosa del año en que los españoles se retiraron de Santo Domingo.

Atando cabos digo que los hombres son como un ave que pasa la vida aprendiendo a volar con los tigres de una manada vigilando a los demás tigres, o con los tigres hermanados para saber lo que tienen que comer, lo que tienen que trabajar, olvidarse del peaje que tienen que pagar y no preocuparse de lo que tienen que recibir. Son lobos solitarios que despliegan sus mañas en el teatro de los sueños.

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