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1885.- El frente común

06/09/2016


Después de unas vacaciones supongo que merecidas, me instalo hoy en el frente común de los enemigos desconocidos por suponer que entre los discrepantes conocidos no me esperan fuegos amigos.

Ya galopa el mes siete de cuando el calendario contaba con diez meses —el Calendario de Rómulo comenzaba en marzo, luego abril, mayo, junio, quintilis, sextilis, septembris, octobris, novembris y decembris; así en los tiempos de Maricastaña, una señora que en paz descanse (Cervantes cuenta en El Casamiento Engañoso, una de sus Novelas Ejemplares, que en tiempos de Maricastaña hablaban las calabazas).

Lo cuento sin la venia de los ingenios escribidores que dieron cobertura a mis afanes literarios desde que la pluma, el tintero, el boli y las máquina de escribir —aquellas arcaicas amigas del pasado: la Olimpia, la Olivetti, la Underwood, y hasta una de marca Víctor que apenas usé porque me volvía loco buscando los carretes de cinta de nailon color negro fijo y negro rojo fijo y toda aquella parafernalia— y por supuesto que sin la venia de los ordenadores de escritorio, portátiles, netbooks y no sé cuantos chirimbolos más del hoy es hoy y mañana ya se verá.

Sin la venia también, aclaro que este mes de septiembre está empeñado en soportar un frente político común en contra o favor de cualquier amigo o enemigo. Dispuestos están ya los artificios de guerra y los ingenios militares, las tropas en orden de combate, la retaguardia cubierta por fuerzas especiales de élite para realizar misiones estratégicas y arriesgadas. A punto ya la última batalla de una guerra bien pagada en la cuenta corriente de los participantes que cobran de las arcas del Estado —como cuando la Sara Montiel susurraba con boca lúbrica lo de “Ná te debo, ná te pio. 
Me voy de tu vera, orvíame ya... Na te pio, na me llevo…”; y como cuando El Dúo Dinámico cantaba lo de “Que nunca, nunca yo olvidaré. Dime, dime, dime amor, dime que es verdad lo que sientes en tu corazón”.
Atando cabos digo que mis artimañas escribidoras de hoy intentaron dar cobertura a mis “veleidades del inicio”, mis “vaguedades del meollo” y mis “conclusiones ilógicas”, tres aventuras que conformaron un trisagio laico: lo que era, lo que es y lo que viene. No digo que como en los Himnos en Honor de la Santísima Trinidad donde se repiten tres veces la palabra «santo», pero en Turégano se pueden escuchar estos tres refranes: “Si hay trato pueden ser amigos perro y gato”, “Quien nace lechón muere gorrino” y “El que se está hundiendo se agarra a un clavo ardiendo”.

Que el lector aplique a su conveniencia el frente común del refrán que más le valga, que como explicó don Quijote “La culpa del asno no se ha de echar a la albarda”.

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