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1869.- El futuro es el recuerdo

30/06/2016

De cuando Emilio Castelar, el presidente de la Primera República española (1873/1874) visitó el 10 de octubre de 1874 al papa León XIII, hoy enmaraña mis reflexiones el cariño de Emilio Castelar a San Francisco —Il poverello da Assisi (el pobrecillo de Asís) —. Era un gran orador y, cuando intentó dar una explicación sobre las propagandas demagógicas de su juventud, el Sumo Pontífice le interrumpió amorosamente: "Olvide lo pasado y piense tan solo que yo no veo en usted más que un hijo mío de mi alma como todos los fieles cristianos, en quien la divina gracia ha derramado a raudales los dones del talento y de la elocuencia que, aplicados al bien, constituyen el más preciado tesoro."

El futuro es es el recuerdo, y la historia, el futuro que a nadie espera. Se parece al ópalo, una piedra que despliega sin orden todos los tonos del arco iris como si en la cuarta dimensión del tiempo.

En esa magnitud atemporal de carambolas centelleantes, suena de pronto el teléfono del Vaticano y el Papa 256 de la Iglesia católica —Bergoglio es el 266—. Al otro lado del aparato, cinco más uno de nuestros políticos empoderados de ahora mismo: Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Alberto Carlos Rivera y un tal Garzón Espinosa que abanica a un tal Pablo Iglesias descendido a los infiernos para milagrear el futuro. El más uno se llamaba Francisco Javier López Álvarez y desde no sé cuando recibió el nombre de Patxi López el de Portugalete. En el año 2009 fue elegido lehendakari gracias a los votos del PP, y sin nada a cambio. Su semestre calamitoso como presidente de las Cortes, está amortizado en el palacete de más de mil metros cuadrados de la calle Casado del Alisal, una mansión de los madriles menos madrileños situado justo detrás del Museo de El Prado.
—Ator, ator mutil etxera (“ven, ven a casa muchacho”) —le está diciendo ahora Begoña Gil, su esposa. A ella le apeteció un comino abandonar Bilbao y acompañar en Madrid a su Patxi, un pináculo malandrín que es la tercera autoridad de España. Lo de pináculo, ya se sabe: la cresta y el penacho de los vanidosos y los engreídos. Lo de “malandrín” tiene otra miga: una persona intrigante y tardevenida.

Además de los cinco más uno y sus escribidores adláteres, están los cronistas de Adán y Eva, cada cual por separado. Por si alguien lo pone en duda, me mojo diciendo que los Extractos del Diario de Adán y del de Eva que escribió Samuel Langhorne Clemens, alias Mark Twain, es uno de mis libros favoritos. Para finalizar el Diario de Eva: "Mi súplica y mi anhelo es que salgamos de esta vida juntos...Pero mi plegaria es que si uno de nosotros ha de salir antes de esta vida, sea yo la que me adelante; él es fuerte, yo frágil..." Para concluir el de Adán: "Donde quiera que ella estaba, estaba el Paraíso".

Refugiado en la cuarta dimensión del tiempo, digo que el “unus pro omnibus, omnes pro uno” es una frase latina que significa “uno para todos, todos para uno”. No se la inventó el autor de Los Tres Mosqueteros y mucho menos el demiurgo de la actual democracia insolidaria donde brilla por su ausencia el Paraíso.

Atando cabos digo que el futuro es el recuerdo disfrazado de meme. Lo cuento mientras va pasando lo que tenga que pasar, que ya veremos —en el lenguaje infantil, "meme" significa “irse a dormir a la cama”.

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