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1864.- Poetas indómitos

30/05/2016

Con el Real Madrid campeón de la undécima, al amanecer me visitan las musas y me pongo a escribir sobre Pablo Neruda, el de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Cosas así de ilógicas suelen llegarme al amanecer, siempre al amanecer, porque en esto de la creatividad literaria soy más alondra que búho, a otros es al anochecer cuando les visitan los frenesíes musaicos.

A mi alborada de hoy, llega sin venir a cuento Pablo Neruda, un personaje que tuvo muchas mujeres aunque solo algunas pasarán a la historia de los sobresaltos políticos y literarios del poeta: María Antonieta Hagenaar (Maruca), Delia del Carril, la que pintaba caballos salvajes mientras él escribía versos bellos y tristes, y Matilde Urrutia, de la que conozco muchas anécdotas casi de primera mano porque mi amigo Armando Rodríguez Ballina convivió con ella y su marido un par de semanas junto al lago Balatón en Hungría. También estaban con ellos el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y su esposa, por aquellos días Blanca Mora, su segunda; Asturias era un escritor que, al igual que a Pablo Neruda, le concedieron el Premio Nobel de Literatura.
Hasta el año 1946, Ricardo Eliecer Reyes Basoalto no adoptó oficialmente el nombre de Pablo Neruda; el Nobel se le concedió en 1971.

De Neruda y la Hagenar se conocen detalles muy cercanos porque en 1934 el albur les juntó en la Casa de las Flores de Madrid (esquina con las calles Princesa, Hilarión Eslava, Rodríguez San Pedro, Gaztambide y Meléndez Valdés). En ese lugar vivía el poeta en 1934 y también la familia de mi amigo Juan Barreiro De Las Llanderas, en cuyo domicilio, muchos años después, escuché cantar en directo a María Dolores Pradera.

Para mi cerebro, huérfano de señales objetivas como todos los cerebros humanos, el Neruda más nerudiano es el del poema número tres de sus "Veinte poemas de amor y una canción desesperada, aquel donde “veía sobre los campos doblarse las espigas en la boca del viento”. Para mi amigo Carlos Villagroy, el poema trece, “entre los labios y la voz algo se va muriendo” y, para mi Carmen, el número quince: “Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca”. De los 58 versos de la Canción Desesperada, recuerdo especialmente el número 10, “Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio”, el 34, “Aún los racimos arden picoteados de pájaros”, y los versos 41 y 42, dos terribles reproches: “Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, / y en él cayó mi anhelo, todo en él fue naufragio”.

Cuando alguien lee ese maravilloso libro, enseguida se da cuenta de que todos los humanos tenemos corazón diferente y mente desigual. No va dedicado ese poemario a ninguna mujer concreta. Es el rescoldo de algunas mujeres que desfilaron por la vida contradictoria y azarosa del chileno Ricardo Eliecer. Algunos dicen que fue una de sus amantes, Albertina Azócar, la que inspiró ese libro, aunque ella siempre guardara el secreto de su amor adolescente y de las 111 cartas que Neruda le escribió entre 1922 y 1932. Cuando en octubre de 1981 murió Albertina, se dijo y parece plausible que fue aquella mujer la que en su juventud inspiró a Pablo Neruda ese libro que contiene algunos de los cientos de poemas que en su juventud el poeta dedicó a “Marisombra”, uno de los nombres con que Neruda solía llamar a Albertina; también la llamaba “Niña Netocha”.

Dicho lo dicho sobre poetas indómitos y lectores disparejos, como la poesía es la esperanza y el poeta es miedo sin coraza, que cada cual elija los versos que le permitan soñar mejor futuro y el poema que más le ponga en este mundanal ruido; de Lope, Quevedo, Juan de la Cruz, Machado, Salinas, León Felipe, Gil de Biedma o de cualquier solitario poeta escondido en sí mismo y en sus versos.

Atando cabos, con la venia de las musas, el desencanto de los de Simeone y el permiso de Pablo Neruda, aquel activista político miembro del Comité Central del partido Comunista chileno, precandidato a la presidencia de su país y embajador en Francia, añado que la vida es a veces una canción desesperada.

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